KOMNATA QUEST (La Barceloneta Pecadora) Setiembre 19

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Para juerguistas sin ánimo de riesgo y quienes se sonrojan con la mera insinuación.

Lo+: Atreverse con este tipo de temática, aparentemente prohibida en géneros de ocio.

Lo-: Se quedan en la premisa al no arriesgar con una ejecución más comprometida.

Si algo no puede reprochársele a Komnata -o, al menos, a las salas que hemos probado- es su falta de originalidad a la hora de seleccionar la temática de sus juegos, desde la fantástica ambientación steampunk de Frankenstein hasta el batiburrillo a lo Buried que supuso Mientras sigues con vida; otra cosa bien distinta es la capacidad para conciliar esta esencia para la sorpresa en el planteamiento con un desarrollo y una consecución de la idea que se encuentren a idéntico nivel y ofrezcan el fuelle necesario para potenciarla y encauzarla en la dirección merecida.

No es, pues, un proyecto que peque de desalentador sobre el papel, más bien todo lo contrario; la inusitada ausencia de este tipo de propuestas es verdaderamente abrumadora en un sector que bebe del sentido pleno de la palabra ocio y se nutre principalmente de las apuestas por lo novedoso y atractivo. Puede conjeturarse una abrumadora desaprobación hacia todo aquello que pueda suponerse un taboo social como causa primera de esta ausencia de referentes en la materia -curioso sin embargo en un sector que vive en parte de lo tétrico y sangriento, referencias que pueden extenderse a toda clase de ocio narrativo que se precie-, y por ello debe, en primera instancia, aplaudirse la predisposición de Komnata para entregar un producto fresco y diferente, orientado a una vertiente de público -juerguero, divertido y despreocupado- que hasta el momento poco tenía que hacer en materia escapista. 

Es una lástima que, una vez correctamente encauzados y a pesar de contados picos de embriagada lucidez que convierten la Barceloneta Pecadora en un divertimento sin remordimiento alguno, decidan estancarse en un punto de timidez que no puede sino definirse como absurda -una vez entrado en materia, ¿para qué dejarlo a medias?-, como si temieran en parte llevar a cabo el viaje completo y adentrarse sin tapujos en el vasto valle del atrevimiento sin costuras. Prueba patente de ello es el recorrido que toma la sala, que empieza insinuando y tentando para, poco a poco, caer en un formalismo anodino y sin miramientos ni florituras que realcen el espectáculo.

A fin de cuentas, dejan mucho a entrever, pero todavía más a la imaginación, y su supuesta valentía termina deshinchándose y dando un paso en la dirección equivocada, a la manera de quienes no quieren herir sensibilidades ni ir más allá del mero guiño hacia una temática que, si bien amena y entretenida -nadie debe arrebatarle sus virtudes una vez logradas-, podría haberse aprovechado con mayor ímpetu y pomposidad. 

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